Según la Asociación Europea de Gafas de Sol, casi la tercera parte (31%) de las lentes solares que se comercializan en España provienen de mercadillos o puestos callejeros y no pasan los controles sanitarios adecuados.
Se calcula que tres de cuatro gafas no se han sometido a ningún tipo de control.
Las lentes deben frenar los rayos ultravioleta (los mismos que ‘repelen’ las cremas solares).
Un filtro 100% protector ya no es un bien de lujo hoy en día: las gafas baratas también suelen tenerlo.
Aunque no tienen por qué ser un producto caro, sí deben demostrar cierta calidad.
Una normativa comunitaria de 1997 (la EN 1836:1997) contempla una serie de estándares que han de cumplir las gafas antes de salir al mercado. Por ejemplo, tienen que pasar por pruebas de laboratorio, desde estudios mecánicos (como valorar las posibilidades de que se deforme la montura) a mediciones con un espectrofotómetro (que analiza la capacidad de filtrar la luz visible y los rayos ultravioleta). Sólo así podrán llevar la ‘marca CE’.
Sin embargo, según la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), muchos de los complementos que se adquieren en mercadillos también llevan una pegatina con la famosa CE, pese a que no han superado los controles. Así que conviene fijarse en que el etiquetado facilite también ciertas informaciones, como el filtro solar (la capacidad para filtrar la luz visible), la normativa que cumple o que protege contra los rayos ultravioleta (ver gráfico).
Las gafas que no han superado estos controles no resultan peligrosas, pero una gafa de sol sin el filtro adecuado no está protegiendo.
El ojo cuenta con sus propios mecanismos de protección: la pupila se contrae con el aumento de la luminosidad, con lo que llegan menos radiaciones, y el cristalino es un filtro natural. Pero en ciertas circunstancias, pueden no ser suficientes.
Hay que tener en cuenta, que en las máximas horas de exposición al sol (el 70% de la luz ultravioleta llega de las 10 a las dos de la tarde), en algunos lugares (como zonas donde existe gran daño de la capa de ozono), a mayor altitud y en ciertas superficies que reverberan la luz (fundamentalmente, la montaña, que refleja un 80% de los rayos solares y el agua, un 20%).
Por eso la protección es obligatoria en montañeros, deportes acuáticos o esquiadores. De hecho, incluso los niños (en los que por lo general no es imprescindible usar gafas solares) deben utilizarlas en estas circunstancias.
Si no nos protegemos,la mayoría de las veces los riesgos son alteraciones más bien molestias, problemas leves o trastornos visuales transitorios. Lo más frecuente es que se produzca una lesión sobre la superficie ocular, la córnea, en forma de queratitis, que ocasiona lagrimeo, fotofobia.
Se trata de un problema tratable y que no deja secuelas. Asimismo, en situaciones de exposición prolongada y durante años, se ha detectado una alteración en la conjuntiva llamada pterigión.
Si uno se quiere poner unas gafas de sol con finalidad de protección, deben tener el filtro adecuado. ser un mero complemento.
Vía: el mundo
Originally posted 2007-07-17 18:11:53.