Los síntomas clásicos de la disección aórtica consisten en un dolor desgarrador de comienzo brusco, localizado habitualmente en la parte anterior del tórax, con irradiación a la espalda, y que se desplaza hacia abajo conforme avanza la dissección. Este violento dolor puede confundirse fácilmente con el del infarto de miocardio.
El diagnóstico en vida de la disección aórtica y la distinción de los diversos tipos de la misma se basan en gran parte en la angiografía aórtica, pero cada vez más son útiles otras técnicas no invasoras, como ecocardiografía bidimensional (especialmente con técnica trans-esofágica), la tomografía computarizada y la resonancia magnética.
Anteriormente la disección aórtica era un proceso casi mortal, pero gracias a las nuevas técnicas diagnósticas y quirúrgicas, sumado al desarrollo de los cuidados intensivos, se logran salvar las vidas del 65-70% de los pacientes.