El monóxido de carbono (CO) es un gas incoloro e inoloro que proviene principalmente de los escapes de los automóviles, gas de cañería y del humo del tabaco. Es el producto final de la combustión de productos que contienen carbono en su composición química.
Una de las características más interesantes es que se combina con la hemoglobina con mucha mayor afinidad que el oxígeno (O2). La combinación del monóxido de carbono con la hemoglobina es 200 veces más tenaz que la combinación del oxígeno con la hemoglobina, además con concentraciones de tan solo 0,1% (presión parcial de CO de 0,5 mmhg) el monóxido de carbono se combina con la mitad de las moléculas de hemoglobina. De esta forma la capacidad de la sangre para transportar oxígeno se reduce a la mitad.
El aumento en la sangre de las concentraciones de monóxido de carbono provoca hipoxia que se puede manifestar por disnea (falta de aire), vómitos, repercusiones neurológicas como somnolencia, estupor y hasta coma.
La condición se puede tratar administrando oxígeno puro a presión parcial de 600 mmhg (máscara de flujo libre), así se reemplaza lentamente el monóxido de carbono combinado con la hemoglobina.