Define una situación de rechazo extremo e irracional, persistente o recurrente hacia el sexo con la evitación de todo o casi todo contacto sexual (DSM-III-R, DSM-IV). En algunas situaciones no es una aversión global sino ante determinadas actividades sexuales.
Existen pocos datos de la frecuencia del trastorno, siendo en todo caso extremadamente bajo (p. ej., 143 casos en el Instituto Masters y Johnson entre 1972 y 1980; 3,75% de las mujeres atendidas por disfunción sexual en el Área 9 de la Comunidad Valenciana en el período 1992/95, Hurtado, 1996).
Frecuentemente presenta un comienzo insidioso, sugiriéndose diferentes posibilidades: experiencias sexuales previas muy negativas o traumáticas (abuso sexual, violación), educación extremadamente restrictiva, conflictos del núcleo familiar o situaciones de «presión» sexual del otro miembro de la pareja sobre el paciente disfuncional, psicopatología severa individual o conflictos de la identidad u orientación sexual.
La participación terapéutica debe implicar una primera oferta de información básica y la actuación del nivel especializado en cuanto a terapias de carácter farmacológico, con técnicas de modificación de conducta o técnicas de desensibilización sistemática.