Un número importante de problemas pueden confundirse con debilidad: apatía y depresión, disnea, mialgias, pérdida de fuerza en las extremidades inferiores, hipotensión ortostática, etc. En el tratamiento de la debilidad, el objetivo es a menudo el alivio o la adaptación del paciente a aquélla. Sin embargo, es necesario descartar las causas reversibles o susceptibles de mejoría importante, como las yatrógenas por fármacos, hipercalcemia, enfermedades asociadas, síndromes paraneoplásicos (Eaton-Lambert) y algunos casos de malnutrición. En estos casos es útil la realización de hemogramas y pruebas bioquímicas básicas (glucemia, urea, calcemia y electrólitos).
La anemia no suele causar problemas en esta fase de la enfermedad si se instaura gradualmente, ya que se desarrolla tolerancia y la transfusión no aporta beneficios, o a lo sumo, éstos son muy transitorios. La estrategia terapéutica suele consistir en facilitar la adaptación del estilo de vida del paciente a la anemia, aceptando, en la medida de lo posible, sus limitaciones y potenciando todas las cosas que aún pueda hacer, aunque sea de manera diferente a la habitual (adaptación de los cubiertos, andadores, etc.). La debilidad es una causa importante de malestar en personas previamente independientes, en las que será necesario mantener su autoestima y dignidad. No han de olvidarse las movilizaciones en el enfermo débil encamado para evitar contracturas, úlceras y facilitar el vaciado vesical y rectal.