Según su composición se distinguen dos tipos de cálculos: de colesterol o pigmentarios. La presencia de uno u otro tipo es variable según las áreas geográficas, lo que tiene relación con los hábitos alimentarios y de vida.
Los de colesterol son los más frecuentes en nuestro medio (el 80% de los casos). Pueden ser puros (en general, grandes, únicos y de tamaño superior a 2,5 cm) o mixtos, más frecuentes que los anteriores, formados en su mayor parte por bilirrubina, colesterol y calcio (múltiples, estrechamente agrupados y de superficie lisa).
La formación de los cálculos tiene que ver con la existencia de un exceso de colesterol en la bilis lo que acontece entre otras situaciones en la obesidad, dislipemias y tratamientos estrogénicos. También se producen cuando hay un defecto en la producción de sales biliares; en estas circunstancias, el colesterol precipita en forma de microcristales llegándose a la formación de cálculos macroscópicos. Existen, además, factores favorecedores relacionados con la propia vesícula.
Los cálculos pigmentarios representan el 20% en nuestro medio. Suelen ser radiopacos y se originan por una anomalía en el metabolismo de la bilirrubina junto a otros factores como una función motora anómala de la vesícula y menor concentración de sales biliares. La incidencia de éstos aumenta en enfermedades hemolíticas, cirrosis hepática e infecciones repetidas de la vía biliar.